Mientras los israelíes tienen armas de última generación suministradas por las democracias occidentales, y las usan para asesinar a niños, mujeres, ancianos palestinos casi a diario, y mantienen su discurso victimista de que el mundo los odia porque son el pueblo elegido de dios, el pueblo palestino tiene sus sonrisas, sus ganas de vivir, la fuerza que les da saber que tienen razón y que la victoria es suya, es sólo cuestión de tiempo.

Mientras el régimen sionista sigue conmemorando el holocausto nazi en el que murieron millones de personas a manos de un régimen criminal como el propio israelí, los palestinos están celebrando el 66º aniversario de la Nakba (catástrofe) con fiestas, dabka, folklore, risas y fraternidad, se saben vencedores.

Al criminal régimen israelí sólo lo sostiene la fuerza de las armas y el apoyo de una comunidad internacional cómplice de sus crímenes, cómplice no sólo por dotarlo de unas armas que son utilizadas para implantar un régimen de terror, sino por permitirle participar en instituciones “democráticas”, impulsar acuerdos comerciales, académicos, culturales, militares y en materia de “inteligencia”. Los gobiernos occidentales, tan “democráticos y preocupados por el respeto a los derechos humanos” en otros lados del planeta, tiene como objetivo normalizar lo que no es normal, hacer pasar a estas criminales fuerzas de ocupación por un “estado democrático”, afianzando de este modo a un elemento perpetuo de desestabilización en la zona, el ariete que utilizan para todos los conflictos bélicos en Medio Oriente desde hace casi siete décadas.

Esta es la lucha entre un pueblo ocupado y los ocupantes, entre la vida y el terror, entre la alegría y la paranoia, entre la razón y la barbarie. Sería un drama para todos los pueblos del mundo que los verdugos vencieran a las víctimas. Sería una vergüenza para todos los pueblos del mundo permitir que sus gobiernos continuasen apoyando este tipo de terrorismo. En nuestras manos está el poder cambiar esto.

La cuenta atrás para el fin de esta ocupación está en marcha, pero anda de un modo muy lento, nosotros debemos acelerarla, y tenemos herramientas para hacerlo: BDS, difusión, denuncia pública y política, tenemos que obligar a nuestros gobiernos a romper relaciones con este régimen racista y genocida.

Este pueblo es invencible, y el de enfrente no es siquiera pueblo.

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