Y Nisreem y sus hijos vieron por fin el mar

La Asociación Unadikum consigue que diez niños palestinos y dos acompañantes adultos que sufren a diario la represión de Israel pasen unas vacaciones solidarias en España

Hace un año visité la aldea palestina de Nabi Saleh, a 20 kilómetros de Ramala, donde tuve el privilegio de conocer a la familia Tamimi. Yo seguía con admiración las actividades y crónicas de Ahed, Manal, Neriman, Bassem… por eso me sentía un privilegiado por estar compartiendo ‘shisha’, té y conversación con personas que eran un referente de lucha por la liberación del pueblo palestino. Sobre la marcha se me ocurrió plantearle a una compañera, que en este momento es miembro del Parlamento Europeo, la organización de una conferencia sobre «El papel de la Mujer en la Resistencia Popular Palestina». La compañera lo vio interesante y se comprometió en hacerlo. Neriman y Ahed aceptaron participar en ella, pero Bassem me apartó y me explicó el duro día a día que padecen los niños de su aldea y me pidió que hiciera lo posible por llevarme a algunos de ellos un par de semanas a un campamento de verano en el Estado español. Me comprometí a hacer todo lo que pudiera y me puse a ello.

Más tarde visité Hebrón-Al Khalil. Mi anfitrión fue nuestro amigo y maestro Hashem Azzeh, un hombre muy culto y comprometido con su pueblo, con su gente, con su historia. Fue Hashem quien me mostró cómo sobrevive la población palestina en Hebrón, en la situación más infernal que yo he visto nunca. Tres meses después de esto, Hashem fue asesinado por las fuerzas israelíes de ocupación.

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Volví a Hebrón dos meses más tarde y nos reunimos con Nisreem, viuda de Hashem, y con sus cuatro hijos. Nuestro amigo murió delante de los dos más pequeños y, Hanan, con sólo 5 añitos, quedó muy traumatizada, perdió el habla y sólo se comunicaba con dibujos. Le explicamos a Nisreem que estábamos intentando traer a unos niños de Nabi Saleh y le preguntamos si estaría interesada en que incluyésemos a sus hijos en este grupo. Inmediatamente lo hablo con los mayores y les pareció estupendo.

Nos pusimos a buscar cómo conseguir los medios para traer a un grupo de diez niños con dos acompañantes adultos. La Asociación Unadikum no tiene ninguna experiencia en el mundo de la cooperación, ya que nuestra actividad está enfocada en la denuncia de las violaciones de Derechos Humanos, en la denuncia política de la ocupación, del ‘apartheid’, de la limpieza étnica… Empezamos a hablar con activistas afines y recibimos todo tipo de respuestas: muchos nos mostraban simpatía por la iniciativa pero se quedaban en eso, sin indicarnos ninguna vía a seguir, otros se oponían con argumentos como “¿Por qué estos niños y no otros?”, “¿Por qué de Palestina y no del Sáhara o de Somalia?”, “¿Por qué traer a niños si esto no es luchar contra la ocupación sino un modo de ayuda humanitaria?” y otro tipo de argumentos por el estilo.

Llevo algún tiempo trabajando en el ámbito de la solidaridad internacional y conozco sobradamente el argumentario de los “¿por qué “X” y no “Y”?”, es un argumento utilizado habitualmente por los que finalmente no hacen nada ni por “X” ni por “Y”. Desde el primer momento encontré el apoyo claro y decidido de algunas compañeras de nuestra organización en el País Valencià: Jorge, Estela, Marta y Ximo han sido los compañeros y compañeras que desde el principio creyeron en este proyecto y se volcaron sin reservas para conseguirlo.

Gracias al trabajo de nuestros amigos, hemos encontrado vías, apoyos, alianzas, han sido muchas amigas y amigos los que nos han ayudado de un modo u otro, y nos han ayudado a encontrar una institución que se comprometa a hacerse cargo de todos estos gastos. Han sido muchas las amigas y amigos que nos han prestado/adelantado el dinero necesario para asumir el pago de los billetes de avión y los otros gastos que está generando la visita de estos amigos, y con posterioridad intentaré hacer justicia a todas estas amigas y amigos, y a las organizaciones e instituciones que nos han ayudado y que han permitido que hayamos llegado hasta aquí. Este escrito tiene sólo un objetivo: dejar claro que, a pesar de todas las dificultades, todos los obstáculos, algunas decepciones… el esfuerzo ha merecido la pena.

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Hemos podido ver la emoción de Nisreem y de sus cuatro hijos cuando por primera vez en su vida vieron el mar. Ver la cara de la pequeña Hanan cuando miraba esta orilla de un Mediterráneo que llega hasta cerca de su casa pero que nunca había podido ver más que en fotos o en televisión, sin creerse del todo que lo estaba viendo y tocando. La sorpresa de sus hermano mayores cuando descubrieron el sabor salado del agua. Ver a los niños Tamimi nadando en el Mare Nostrum, lejos de los gases, las balas, las palizas y las cárceles. Las lágrimas de todos nosotros cuando nos acordamos de Hashem, Mustafá, Rushdi y de todos sus mártires, nuestros mártires, los que murieron luchando por la libertad de su pueblo, por la dignidad, por la humanidad.

Solo se me ocurre decir que ha merecido la pena

“Los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos y a partir de este momento es prohibido llorarlos que se callen los redobles en todos los campanarios vamos pu pal carajo que para amanecer no hacen falta gallinas sino cantar de gallos”

En memoria de Hashem Azzeh, de Mustafa y Rushdi Tamimi, y de todos los mártires palestinos que murieron en la batalla más desigual de la historia de la humanidad, defendiendo a su pueblo frente a una potencia ocupante criminal que cuenta con el apoyo de la mayoría de la comunidad internacional.

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